Mi Pomposa Boda Ritvick

BY: SHASTRA CHAKSUS DAS

Mar 31, 2014 — AUSTRALIA (SUN) —

Bueno, hasta ahora he estado fuertemente implicado con los ritviks y Ritvklandia. Además de eso, luego de recibir la fuerte dosis de iluminación sobre el Camino ritvik que el Swami me inyectó, sabía que mi destino era quedarme ahí perennemente. También reparé que la amable brahmacharina que me recibió en la puerta era muy atractiva.

De modo que dispuse organizar mi ceremonia de matrimonio ritvik. Tras sumar dos más dos y cuidadosamente analizar todo lo que me enseñó Ritvik Maharaja, parecía que había un protocolo particular muy diferente a cualquiera del que yo tuviese conocimiento. Era perfectamente comprensible que la boda ritvik no fuese algo diferente. Después de todo, Ritvikismo significa volverse discípulo de alguien que no te conoce desde los tiempos de Adán. Así que era perfectamente comprensible que la boda ritvik no fuera lo mismo.

Pronto llegó la Fiesta Dominical y yo estaba a punto de casarme. Primero se sirvieron las preparaciones. Había un ritvik que había sido iniciado personalmente por el Señor Jagannatha a quien [al ritvik] le servían 108 preparaciones 52 veces al día. Y hay otro que es discípulo de Raghunatha das Goswami, a quien le sirven diariamente una cucharada de suero de leche. A mí — un discípulo ritvik y ex-GBC— me sirvieron los remanentes de otros ritviks. En cualquier caso, al cabo de la fiesta comencé a proferir los votos sagrados del vivaha-yagña.

Se dispuso que además del sacerdote, yo fuera la única persona que sentara próxima al fuego del sacrificio. Así como en una iniciación ritvik el guru desconoce que tú eres su discípulo, la novia no sabe que la están casando. Al terminar la ceremonia de matrimonio, mi nueva esposa me preguntó: "¿Quién es tu afortunada cónyugue?". Le contesté: "¡Tú!"

Por la forma en que me respondió, me di cuenta de que ella no estaba del todo rendida al Camino de los ritviks. Elle me dijo con un fuerte acento de Brooklyn: "¡Cuando el infierno se congele!" Yo le repliqué: "Bueno, eso quiere decir que no eres sumisa", y luego le informé cuáles son los deberes sagrados de una esposa. Incluso le leí el capítulo de manual de matrimonios de la GBC titulado: "La Obediencia de la Esposa: los Castigos por No Cumplir los Quehaceres Domésticos". Pero el tratar de predicarle fue inútil. Ella me murmuró: "¡Tu madre se pone botas militares!", y se marchó a toda prisa no sin antes estrellar con todas sus fuerzas la puerta de salida. Y ahí quedé yo, un ritvik con el corazón destrozado al lado de los rescoldos desfallecientes del fuego de sacrificio. Pero la parte brillante de todo este episodio es que —desde el punto de vista ritvik— nuestra relación es perfecta porque de todas maneras el Ritvikismo está basado en la ausencia de relaciones.

Sin embargo, en momentos privados de contemplación todavía me pregunto: "¿Escucharé algún día el golpeteo de los piececitos de un bebé ritvik?"



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